Perder todo y no hacer gestos
Manuel Villegas
Tijuana, B.C. Miércoles 27 de agosto de 2014.- Aquel jueves, alguien se pasó de tueste. Literalmente. Hubo quienes dormían en viejos colchones acomodados entre las barras de concreto que sostienen el puente Las Américas y entre la basura, pese a ser avanzada la tarde. Y en friega, a bajarse y atender el incendio, a pelear contra las
llamas. A correr que allá viene la patrulla 1794. Muchos cruzan el cauce del Río Tijuana sin mirar atrás, en un improvisado puente de maderos, en su intento por esconderse en la colonia Buena Vista. Quieren evitar la segura detención. Otros, una mujer entre ellos, se quedaron a apagar la lumbre. Mientras un subjefe de policía los
observa y a veces ayuda con un extinguidor, hombres y mujer, a cubetazo limpio o agitando viejos harapos, se arriesgan entre los remolinos que forman las llamaradas en las ráfagas de viento. Son afectados decenas de adictos y “narcomenudistas”, migrantes, deportados, de personas sin techo que usan el cobijo de los puentes del
canalón. Allí viven y por allí deambulan las 24 horas. Y cuando no les llueve les llovizna, o se les queman las cobijas si alguien se pasa de listo. Arriba del puente Las Américas, que une tres delegaciones de Tijuana, mientras ellos se esfuerzan por cargar cubetas llenas del sucio líquido del canalón y suben la pronunciada cuesta de
concreto para atacar las llamas, está una maquina extinguidora y varios “tragahumo” atentos, mismos que ni una solitaria manguera bajaron de la unidad. Para los afectados, controladas las brasas, tendrán que empezar de nuevo desde las cenizas. Es el viejo arte de perder todo lo poco que se tiene y reiniciar. Y sin hacer gestos.