Por Homero Aguirre Enríquez
Vocero Nacional del Movimiento Antorchista
La alternancia en el poder de la nación, lograda mediante elecciones vigiladas por organismos “autónomos y ciudadanos”, que durante décadas pregonaron los partidos de oposición como maravilloso bálsamo sanador de las profundas heridas que padecen millones de mexicanos empobrecidos y marginados, ha resultado una decepción mayúscula para millones de personas. Aquellos que, desde la izquierda y la derecha, durante décadas combatieron con toda razón al PRI y sus malos gobiernos, que gritaron, escribieron, marcharon, hicieron plantones y algunos hasta sangre se extrajeron para derramarla ante las cámaras de televisión y exigir así la alternancia en el gobierno; los que la proclamaron a los cuatro vientos como la solución a los problemas y dolores del pueblo, que pidieron, y lograron, el voto ciudadano para los “nuevos partidos de la sociedad civil”, nunca han regresado a darle cuentas a ese mismo pueblo sobre los efectos benéficos que prometieron una vez que lograran aparecer en las boletas y hacerse del poder.
Y no es porque los partidos que eran de oposición no hayan tenido la oportunidad histórica de mostrarse como gobernantes distintos y superiores. Durante dos sexenios, el panismo gobernó el país; además, lleva 28 años gobernando en Baja California, 26 en Guanajuato, 18 en Jalisco, además de gobernar o haber gobernado, solo o “coaligado”, Aguascalientes, Baja California Sur, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Morelos, Nayarit, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Nuevo León y Oaxaca; por su parte, el PRD lleva 21 años como gobierno en la capital del país, ha gobernado, con más pena que gloria, Zacatecas, Tlaxcala, Baja California Sur, Michoacán, Guerrero, Morelos y Oaxaca, y recientemente gobierna, en coalición con el PAN, Quintana Roo. Sólo hay cinco estados que nunca ha gobernado un partido de oposición (Hidalgo, Colima, Campeche, Coahuila y Estado de México). Por lo tanto, no hay ningún partido que pueda decir que no ha tenido oportunidad de mostrar así sea un destello de su presunta gran talla de gobernante de nuevo tipo, expresada en el mejoramiento tangible del nivel de vida de la mayoría de sus gobernados. Ninguno de los integrantes de la clase política mexicana, incluidos los que migraron a Morena, partido que se ha convertido en un auténtico saco de pepenador, puede decir que mediante sus gobiernos ha hecho algo verdaderamente trascendental y favorable para la mayoría de sus gobernados. La prueba es que México sigue siendo un país repleto de marginación y pobreza, incluidos los estados gobernados por la autollamada oposición, en algunos de los cuales las cosas han empeorado con esos nuevos gobernantes.
Para intentar salir de este predicamento en el que se han metido por su falta de resultados y malos gobiernos, algunos, como Andrés López Obrador y sus cofrades, se han quitado la chaqueta amarilla, azul o tricolor, respectivamente, se han aliado con alguna gente de mucho dinero y han formado otro partido desde donde ahora hacen gestos de asco a los partidos que los entronizaron en el poder, de los que no hace mucho fueron candidatos o funcionarios y a los que ellos mismos presentaban como prototipos de honestidad, al mismo tiempo que no dejan de pepenar a todo aquel que se dice “hombre honesto” o al que creen que les será útil en alguna maniobra, aunque se trate de personajes de dudosa reputación o incluso de redomados pillos, lo cual no es otra cosa que un engaño sucio y vil a los posibles electores; otros, andan proponiendo “frentes opositores” y segundas vueltas electorales para que los que no logren ganar solos lo hagan mediante alianzas, aunque sea con sus aparentes enemigos; o sea, la misma gata pero coaligada, o como dijo alguien: la suma de ceros siempre da ceros.
La clase política mexicana, que al final de cuentas se comporta como muy leal representante de la muy favorecida clase del poder económico, se lamenta de que la opinión pública sea cada vez menos favorable a los partidos políticos, pero mucha gente ya no encuentra diferencia entre un partido y otro, y es cuestión de poco tiempo para que se decepcione de los “nuevos” partidos” construidos, como Morena, con la retacería de los anteriores, pues lo único que les preocupa es cómo treparse en el poder pero sin que ninguno se proponga resolver el verdadero problema que enfrentamos los mexicanos, la madre de todas las injusticias y los conflictos mayúsculos, como la delincuencia y otros, que es la malísima distribución de la riqueza nacional, una de las peores del mundo, que sólo será resuelta si el pueblo organiza una fuerza social gigantesca, que pacíficamente tome y retenga el poder en sus manos, y desde ahí logre que se eleven los salarios, se creen empleos para todos, se distribuya mejor el gasto social y se aumente la carga impositiva a los que todos los días se embolsan fabulosas fortunas que son resultado del trabajo mal pagado de los mexicanos. Formar esa fuerza y llevar a la práctica ese proyecto de nación es la tarea que se ha echado a cuestas el Movimiento Antorchista.
Para ilustrar lo que digo, pido a los lectores que encuentren alguna diferencia profunda entre la actitud del gobierno de Hidalgo, que se niega a resolver los problemas de cientos de miles de hidalguenses empobrecidos, marginados, desnutridos y enfermos, y que intenta intimidar a los líderes antorchistas mediante una campaña agresiva, llena de majaderías, calumnias y anónimos con amenazas de muerte, dirigidos especialmente contra la profesora Guadalupe Orona Urías, dirigente antorchista en la entidad, y la conducta que asume el gobierno de Baja California, que se niega en redondo a dar soluciones a peticiones básicas de servicios en colonias populares, además de que le ha tendido un manto de impunidad a un grupo de sicarios que el 29 de abril penetró ilegalmente en la madrugada a una colonia popular antorchista, asentada legal y pacíficamente en el ejido Ojo de Agua, en Tijuana, destruyó con maquinaria pesada las modestas viviendas y asesinó a un padre de familia. Como resultado de la parcialidad de las autoridades ministeriales, todos los delincuentes salieron en libertad. La búsqueda será inútil, pues no hay diferencias profundas; es más, se trata casi del mismo molde, formado de prepotencia, sordera y agresividad gubernamentales, mediante el que se conducen, entre otros, Graco Ramírez, en Morelos; Francisco Domínguez, en Querétaro, e Higinio Martínez, en Texcoco. Por eso, hoy más que nunca y cada vez con mayor énfasis, los antorchistas sostenemos que la solución para México no es el reciclaje de políticos, el intercambio de máscaras entre los que ya comparten dinero e influencia, sino la llegada de una nueva clase política al poder de la nación.