Ignacio Acosta Montes

Dirigente del movimiento Antorchista En Baja California

 

En 1981 escribía Ricardo Garibay en De lujo y hambre: “Sólo en la India, Tanzania, en Etiopía y en Haití vi tanta incuria y desesperanza tanta”. Y estaba hablando de Tijuana, de esta misma ciudad que el presidente municipal ha dicho convertirá en “la mejor ciudad de México” en los poco más de dos años que le restan a su administración. Pero bueno -dirán algunos- eso lo escribió Garibay en 1981, cuando también decía de nuestra querida Tijuana: “Hay algo vil en esta mezcla de pobreza campesina mexicana y huellas de tecnología del otro lado: coches, antenas de televisión, lavadoras y refrigeradores en los patios, bombas descompuestas para subir el agua que nunca ha corrido por ninguna parte, pedacería de casas rodantes. Sociedad de desperdicios…”; dirán, supongo, “eso es un juicio que corresponde al pasado, a una realidad ya superada”. Quizá los que lo crean así, los que sólo reconocen, por ignorancia o conveniencia, a la Tijuana cosmopolita, la diversa, incluyente, dinámica, pujante, la de vocación gastronómica, en fin “La Primera Metrópoli del Noroeste”, la presidencia panista dixit, se lleven un chasco cuando vean la Tijuana que obstinadamente pretenden negar, la que sigue siendo una sociedad de desperdicios, pues así, con los deshechos de nuestros vecinos ricos, se visten y construyen sus casas centenas de miles de tijuanenses. Por cierto que al leer a Garibay, (“pedacería de casas rodantes”) recordé el lamentable episodio ocurrido en la Delegación Presa Este, cuando la Dirección de Reglamentos consiguió, ¡sabrá Dios en que muladar!, un traila en ruinas que pretendía fueran sus oficinas en la dependencia mencionada, todavía conservo las fotos que bien podrían ilustrar en 2017 lo escrito en 1981.

 

Baja California y Tijuana pueden presumir muchas cosas, pero la justicia social no es una de ellas. La SEDESOL publicó en 2003 que el nivel de desigualdad medido a través del Coeficiente de Gini (medida de la desigualdad utilizada internacionalmente, que se mueve entre 0 y la unidad, en donde cero equivale a la perfecta igualdad, todos con el mismo ingreso, y 1 a la perfecta desigualdad, en la que uno solo tuviera todos los ingresos y los demás nada), era de 0.562, similar al de muchas naciones africanas y superior al 0.472 de México, que de por sí lo ubica como una de las naciones más desiguales en el planeta. Y no se ve que esto sea considerado un problema a superar por parte de nuestros gobernantes, pues al visitar Canadá para promover y lograr el reconocimiento de Tijuana como “Metrópoli”, la ofertaban a los ojos del mundo como “un excelente ambiente para las empresas de manufactura”, ya que “la producción manufacturera es 40% más barata que en Estados Unidos”. La trampa oculta, lo que se calla, es que esa baratura que ofrecen es a costa de permitir que los empresarios que se asienten en nuestras tierras paguen los salarios de hambre que tienen sumidos en la miseria a miles y miles de familias en Terrazas del Valle, El Niño, la Colonia Obrera, la Amparo Sánchez o la México Lindo.

El Movimiento Antorchista de Baja California desde hace 16 años, cuando inicia en Tijuana, se propuso desde esta frontera combatir la pobreza y la desigualdad que se ocultan en los altos índices de riqueza que se producen en las empresas y en las ganancias que deja el turismo de recreo, comercial, médico, gastronómico, etc., pero que se concentran en muy pocas manos. Uno de nuestros objetivos es que se oriente mejor el gasto público, pues como señalaba el actual Presidente de la República cuando era candidato en su libro “México, la gran esperanza”, recogiendo un dato del Informe Sobre Desarrollo Humano 2011 del PNUD: “sólo el 13 por ciento del gasto público federal en desarrollo humano (educación-salud-apoyos al ingreso) llegó a 20 por ciento de la población con menos ingresos en 2008, mientras que 32 por ciento del gasto benefició a 20 por ciento de la población más rica”. Por eso luchamos por que se haga realidad el derecho constitucional a la vivienda, por servicios para las colonias marginadas, por el desarrollo de las escuelas en las zonas suburbanas, por mejores servicios de salud, es decir porque el gasto público llegue a los más necesitados. También nos proponemos, y esta es la esencia del antorchismo, la que espanta a nuestros detractores de todos los colores partidistas, consolidar una fuerza de millones, bien organizados y politizados, conscientes y dispuestos a emprender las tareas y enfrentar los peligros que sean necesarios para que el pueblo gobierne y cambie la política laboral, salarial e impositiva, para que se promueva el empleo de calidad, con un salario remunerador y con un impuesto progresivo, en donde paguen más los que ganan y tienen más. En 16 años hemos avanzado de dos o tres iniciadores a una fuerza de decenas de miles. Diez mil de ellos, de la Zona Este de Tijuana se reunieron en la Plaza Oasis el 10 de junio pasado; más de 15 mil se reunirán próximamente en Mexicali. Los más ciegos creen que detendrán nuestro avance con medidas como la de negarnos o dificultarnos las urgentes y justas soluciones que demandamos a la problemática de los marginados, o negándonos la posibilidad de mostrar al pueblo de Tijuana lo que hace Antorcha en bien de ese mismo pueblo cuando tiene la oportunidad de ocupar un espacio en la administración pública. Hoy, desde estas líneas lo refrendamos: siempre hemos avanzado sin necesidad de ningún puesto, Desde ahora hacemos el compromiso: el año entrante más de 30 mil tijuanenses celebraremos nuestro siguiente aniversario. Súmate a la fuerza que transforma a México, súmate a las filas del Movimiento Antorchista: el único remedio contra la marginación.

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